Cuando conocimos la escuela Kyel Dagon, los 100 alumnos se hacinaban en dos aulas de un edificio cochambroso construido con bambú y placas de zinc. Estancias que se convertían en dormitorios una vez finalizaban las clases. Nos fascinó la buena organización de la escuela y la alta motivación de alumnos y profesores a pesar de los precarios medios con los que contaban. Cada alumno aporta un dinero para el mantenimiento de la escuela y el pago de los salarios de los profesores. Para la alimentación de los alumnos internos cada uno aporta lo que tiene; arroz, pescado, aceite, etc., todo se comparte, también con los que no pueden aportar nada.  Las instalaciones eran muy precarias y no tenían la capacidad de mejorarlas, ya que las aportaciones apenas dan para su mínimo mantenimiento.

Una vez finalizada la construcción de las aulas, la segunda fase consistía en la construcción de unos dormitorios decentes para los alumnos y los profesores, además de una zona de estudio, baños y pozo de agua.

Proveer a la escuela de los dormitorios necesarios para que los alumnos puedan pernoctar y vivir dignamente.

Hoy son 122 los alumnos que estudian en la escuela Kyel Dagon, 95 de ellos viven en los dormitorios, y estamos muy orgullosos de apoyar su educación habiendo facilitado un edificio a la altura de su motivación y esfuerzo, y confiamos en que esto sea una ayuda para que muchos de ellos puedan construirse un futuro.